Lo cierto es que Cuzco me recuerda a las viejas villas de Castilla, con sus casas encaladas con tejados levadizos, pero enlazadas por una extraña mixtura con esas raices incaicas que van unidas directamente a la tierra. Calles hermosas para pasear, llenas de iglesias y restaurantes nacidos al calor del turismo, que se alzan sobre cimientos de antiguos palacios de los incas más principales.
Así, la Catedral, la Iglesia de los Jesuitas, el Museo de Arte Religioso, el Templo del Sol o el Convento de Santa Catalina son algunos de los lugares idóneos para visitar.
Como el Museo Arqueológico Peruano, heredero de algunos fondos del Museo Larco de Lima, elegidos en este caso no tanto por criterios arqueológicos como por su belleza.
La belleza de esas piezas elaboradas por artistas anónimos, que usaban cerámica, plata y oro, nos acercan desde el presente a esa cultura preincaica e inca. Y se puede visitar hasta las diez de la noche, cuando ya está oscuro y las luces se van apagando detrás de ti, y se van encendiendo las de la sala siguiente, según sigues una delgada línea roja pintada en el suelo.
Pero hoy me gustaría nombrar también al famoso escritor que nació en esta ciudad, el Inca Garcilaso de la Vega. Porque he estado visitando su casa, hoy en día convertida en Museo Histórico Regional.
Ha sido una visita breve, pero que me ha permitido contemplar arte incaico y otras obras de arte colonial. El arte colonial me parece bello, utiliza motivos similares, siglo tras siglo. Ver en las iglesias esos retablos de un barroco des(trans)figurado por sus manos, tan hábiles, me resulta extraño, es como mirar la obra de un autor europeo pasada por el filtro de la inocente inmadurez. Copiar lo que los españoles llevaban allí y adaptarlo a lo suyo, esa parece que era la máxima que se imponía.
Porque he visto vírgenes marías adornadas con filigranas de oro, que adoptan la forma de la madre tierra típica de la escuela cuzqueña, o los arcángeles arcabuceros, tan conocidos, o varias pinturas de la última cena, todas con un cuy en lugar de un cordero, acompañado por frutas y alimentos típicos de la zona. Y me resulta encantadora esa forma de reivindicar su cultura, vencida por las armas, a través de esos pequeños elementos. Una ciudad con influencias diversas, una ciudad de mestizaje reflejado en el arte, que recomiendo a todos visitar.
Y ese mestizaje es lo más característico del Inca Garcilaso. Hay una sala del museo dedicada solo a él, en la que te reciben tres personajes vestidos de época: los padres de Garcilaso y él mismo, y te invitan a contemplar una escenificación de su vida. Muy didáctico y ameno, se puede ver también un vídeo que cuenta la historia de su llegada a España, para un breve tiempo, y de cómo permaneció allí sin poder regresar a su ciudad. Y de cómo escribió algunas de las obras clave que nos han hecho llegar el modo de vida de los incas, narradas de primera mano. Resulta curioso que en Montilla (Córdoba) se puede visitar también la Casa del Inca Garcilaso, donde vivió más de treinta años, y escribió su obra literaria.
Además, estoy de acuerdo con Vargas Llosa cuando habla de las bondades de los museos, verdaderas casas de aprendizaje a través del contacto con el arte, algo que está reflejado en uno de sus muros, escrito en letras de molde para aquél que lo quiera leer.
Así que os dejo un vídeo de Vargas Llosa hablando sobre el Inca Garcilaso, en lugar de algún otro vídeo que novele su vida, que los hay. Espero que os resulte entretenido.
Ha sido una visita breve, pero que me ha permitido contemplar arte incaico y otras obras de arte colonial. El arte colonial me parece bello, utiliza motivos similares, siglo tras siglo. Ver en las iglesias esos retablos de un barroco des(trans)figurado por sus manos, tan hábiles, me resulta extraño, es como mirar la obra de un autor europeo pasada por el filtro de la inocente inmadurez. Copiar lo que los españoles llevaban allí y adaptarlo a lo suyo, esa parece que era la máxima que se imponía.
Porque he visto vírgenes marías adornadas con filigranas de oro, que adoptan la forma de la madre tierra típica de la escuela cuzqueña, o los arcángeles arcabuceros, tan conocidos, o varias pinturas de la última cena, todas con un cuy en lugar de un cordero, acompañado por frutas y alimentos típicos de la zona. Y me resulta encantadora esa forma de reivindicar su cultura, vencida por las armas, a través de esos pequeños elementos. Una ciudad con influencias diversas, una ciudad de mestizaje reflejado en el arte, que recomiendo a todos visitar.
Además, estoy de acuerdo con Vargas Llosa cuando habla de las bondades de los museos, verdaderas casas de aprendizaje a través del contacto con el arte, algo que está reflejado en uno de sus muros, escrito en letras de molde para aquél que lo quiera leer.
Así que os dejo un vídeo de Vargas Llosa hablando sobre el Inca Garcilaso, en lugar de algún otro vídeo que novele su vida, que los hay. Espero que os resulte entretenido.
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