"El amor a los libros puede ser más fuerte que el gusto por una vida que se viera privada de ellos"
Claude Roy, El amante de las librerías

domingo, 16 de junio de 2013

Máquinas de escribir, un enigma resuelto

Siempre he pensado que saber escribir a máquina es una ventaja. No tener que mirar el teclado, algo que yo hago a menudo, es un punto a tener en cuenta cuando tienes que pasar a limpio veinte folios manuscritos. Y el martes pasado volví a recordar, de nuevo, que nunca llegué a aprender bien.
Todo porque yo estaba pulsando teclas a toda máquina mirando alternativamente al teclado del ordenador y a unos cuantos folios doblados por la mitad, escritos a lápiz, lo que me estaba provocando un dolor terrible en el cuello, cuando escuché la musiquilla del Planeta imaginario, esa de un programa de televisión que me encantaba cuando era muy pequeñita. Tardé en caer en que ese es el tono que llevo en el móvil. Es decir, que estaba sonando el teléfono y no me había dado ni cuenta.
Cuando colgué el auricular, mejor dicho, cuando apreté al botón de finalizar llamada, cerré lentamente el procesador de textos tras guardar lo escrito, y abrí el navegador. Me sentía bien.

Me habían hecho una pregunta, me habían encomendado una tarea interesante: encontrar un dato para la novela de un amigo, él que sabe que he trabajado como documentalista. Yo estaba tan emocionada de que alguien me pidiera ayuda, que dejé todo lo que estaba haciendo en ese momento para empezar la búsqueda. Pero he de deciros que me duró poco la impresión. Siempre, siempre, siempre, por rutina, por si acaso, por si cuela, empiezo a buscar en Google y, esta vez, enseguida encontré la respuesta. Este chico, pensé, qué poco se lo curra...

La cuestión es que a alguien le habían preguntado lo mismo, y ya tenía la solución. Un maravilloso bibliotecario movió sus hilos para saber cuál era la máquina de escribir que utilizó Virginia Woolf. Claro, queda mucho mejor poner a la Woolf escribiendo en una Portable Underwood, o en la Remington que utilizaba su marido, que en una simple máquina de escribir.
Pero lo cierto es que todos somos curiosos por naturaleza. Queremos conocer, saber qué ocultan las preguntas, aquellas que se lanzan por escrito, en la red  o por el aire, aquellas que capturas con tu mano a vuela pluma persiguiendo saciar la curiosidad del prójimo. En mayor o menor grado intentamos indagar cuando nos encontramos ante un enigma. Y a eso nos dedicamos los bibliotecarios, a ayudar a la gente.

Porque además, se puede provocar la curiosidad ajena mostrándole a otros lo que uno descubre, convirtiendo así mi respuesta en un enigma dentro de su cabeza, que ávidos seguirán leyendo para saciar su curiosidad.
Porque la cosa no quedó aquí, claro. Yo ya estaba dispuesta a enviarle toda clase de documentación, por pundonor profesional, al menos. Así que indagué, e indagué, y encontré muchas cositas sobre los escritores y sus antiguas máquinas de escribir.

Por ejemplo, esta página, The classic Typewriter page, un lugar donde disfrutar explorando entre todo lo que se puede aprender sobre máquinas de escribir. En concreto, hay una página entera dedicada a las máquinas de escribir que utilizaron personajes y escritores famosos como Salinger, que arrastró con él por toda Europa su pequeña máquina de escribir portátil. Sus compañeros del frente lo recordaban aporreando el teclado bajo una mesa mientras los estaban atacando, no lejos del frente. Quería ser un buen escritor, y se pasaba el día escribiendo.
O el Museo virtual de las maquinas de escribir, The Type Writer Online Museum, que permite indagar en la historia y creación de estos objetos que el ordenador parece haber desterrado.

Una consulta, sí, y un camino lleno de enigmas por responder. Y una curiosidad nacida del hecho de encontrar, por casualidad googleana, la solución.
Hoy yo me quedo con la Hermes 3000 de Sam Shepard, ¿cuál elegirías tú?


4 comentarios:

  1. A mí, Abejas en tu pelo, siempre me fascinó sobremanera la foto de William Faulkner, con su estupendo pelo plateado, sus gafas de sol de policía, su bronceado californiano, sus shorts, sus zapatos blancos con cordones y sus calcetines subidos hasta la altura de los gemelos, sentado en una silla de mimbre de terraza de hotel, tecleando dedo a dedo en una máquina de escribir recostada en un cojín, encima de una mesita; así hurgaba, como nadie lo había hecho (o sólo Shakespeare), en el lado oscuro del hombre, en las cloacas del ser más luminoso; así escribió Santuario o El ruido y la furia (título tomado shakesperiano, por cierto).
    Pero más que la marca de su máquina de escribir, que la desconozco, me seduce conocer con la escribía Esquilo. Su biblioteca, necesariamente parca, apenas si estaría conformada por Homero, algún poeta arcaico, el Poema de Gilgamesh, algún rollo egipcio y poco más. ¿Escribiría con punzón? El papel de su máquina ¿sería tablillas de cera, piel de cabras, papiro? Y su despacho, ¿cómo sería? ¿Le gustaría escribir por la mañana lo que había imaginado durante tantas horas sin luz?
    "Feo, católico y sentimental", como el marqués de Bradomín, soy: otro anónimo más. Y recuerda: "hay besos que se dan con la memoria /.../ hay besos que arrebatan los sentidos".

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  2. Entonces hola, don Juan, nunca mejor dicho. Bueno, a mí sí que me interesa saber con qué máquinas escribían los escritores, son cosas de atrezzo. Por ejemplo, y aunque no te seduzca mucho conocerlo, estas son algunas de las máquinas de Faulkner: Royal KHM, Remington Noiseless desktop, 1930s Underwood portable, al menos según cuenta esta web.
    Ya sabes que nunca hablo de la antigüedad clásica porque no me interesa mucho el tema, pero tengo entendido que en el siglo V, en Atenas, mientras empezaba a generalizarse la lectura individual, surgieron las primeras bibliotecas individuales. Ateneo nombra la de Eurípides como una de las bibliotecas mejores al alabar la de su anfitrión Laurensis. Pero no conozco referencias a la de Esquilo, probablemente lo que cuentas es totalmente acertado. Ay, cómo me aburre esta parte clásica de la historia del libro, con lo divertido que es todo a partir de la edad media. Gracias por leer mi blog.

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    1. Querida amiga:
      Aprovechando un alto en el camino, me gustaría disculparme y aclarar el posible malentendido.
      Nada más lejos de mi intención suscitar un debate acerca del nacimiento del libro antiguo y de la conformación de las primeras bibliotecas. Mi único propósito era comparar "mutatis mutandis" el modo de laborar de Faulkner y Esquilo, al arrimo de tu sugerente disertación y por medio de la metáfora de la máquina de escribir. A mí me resulta pasmoso que alguien como Faulkner, con semejante hábito (atuendo y forma) de trabajar tecleara sin embargo semejantes obras maestras, y me preguntaba si el ritual de un escritor del que lo ignoramos todo o casi todo como Esquilo sería igual. Si elegí este y no otro cualquiera de los muchos escritores cuyas formas de escribir son un misterio para nosotros es porque me topé sin querer con un cartel modernista sobre la representación de una obra suya. Se trata pues de una cuestión de atrezzo como la que tú proponías.
      Me ha gustado mucho dialogar contigo al calor de las interesantes entradas de tu blog, que seguiré leyendo para disfrutar tanto como para instruirme.

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    2. Caro amico, ni malentendidos ni disculpas, es un placer charlar contigo, y yo no acabé de entender bien tu comentario. Es cierto, actualmente el ritual del escritor a la hora de crear está más documentado porque existe un interés por todo lo que rodea ese mundo. Pero poder imaginar cómo escribían sus obras otros autores, en épocas tan lejanas, es un juego que puede resultar muy entretenido. Me intriga ese cartel modernista del que me hablas, ¿lo viste en un museo, o en una representación actual?. Espero que sigamos conversando a menudo, y espero que pases un buen día.

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