"El amor a los libros puede ser más fuerte que el gusto por una vida que se viera privada de ellos"
Claude Roy, El amante de las librerías

martes, 30 de julio de 2013

Navegando en una noche de verano

Calor y mosquitos, que ya no moscas, son las palabras que asocio hoy con el mes de julio. Ese calor, que me impide escribir porque reseca mi cerebro, cuarteando las futuras láminas incrustadas entre dos placas, bajo un microscopio, en las que se convertiría si donara mi cuerpo para el estudio de la ciencia.

Engranaje de un Cerebro biónico, que piensa por sí solo
Imagino que así se cuartean las hojas de papel en las que los escritores y pintores sacan bocetos de sus obras. Y las hojas de papel de los libros que leen y que anotan, cuando baja el nivel de humedad y el calor seco fragiliza los pigmentos y constriñe los poros del papel.
Porque anotar copias privadas de libros es un placer y, aunque perderían valor en una librería de viejo, seguramente los compraría a buen precio alguna persona interesada en lo mismo en lo que tú te interesabas. Seguirías leyendo a través de sus ojos.

Y ahora me doy cuenta de que periódicamente regreso a las mismas ideas, a las notas manuscritas y libros anotados, a las cartas de personajes y escritores famosos. Siempre a vueltas con lo que a otros les parece interesante: los procesos de trabajo del autor, para conseguir una obra que antes era lo único que veía la luz. Quizá estamos ante la plaga real del siglo XXI: la revisión continua y obsesiva de las figuras mitificadas y de todo lo que gira en torno a ellas, desde el color de sus bragas a la recopilación de los objetos que tuvo en vida. Y gran parte de la culpa la tiene Internet.

(Harry Ransom Center) Players de DeLillo, 
anotada por David Foster Wallace
Busco y voy encontrando: blogs repletos de imágenes digitalizadas de manuscritos y lecturas, artículos múltiples con libros anotados por autores que han alcanzado la fama, o imágenes de los cerebros que escribían todo aquello. Imágenes genéricas, pero aplicables a cualquiera que escribiese.
Y bibliotecas enteras anotadas, como la de David Foster Wallace, Jorge Luis Borges o Herman Melville, accesibles a través de la web, con todas sus anotaciones al margen de los libros, junto a la voz de escritores que hablan sobre bibliotecas de escritores.


O viajes vitales encantados de coleccionistas genialmente descritos, como en la novela Un abrigo para Proust, de Lorenza Foschini, que os recomiendo como lectura para este verano. La búsqueda de una investigadora que sigue los pasos de un bibliófilo que fue recuperando los objetos que Proust poseía mientras vivió,el dormitorio donde escribía, sus artículos de aseo personal, e incluso su abrigo oscuro, guardado en una caja de teca, ese con el que aparece en sus fotos. Un viaje que salvó de la quema los manuscritos de los que me ocupé un día en otra de las celdas de esta colmena llena de ideas.


En fin, que te pierdes en Internet ante toda la información que aparece. Necesitas una guía, una idea fija de búsqueda para no acabar envuelta en la red de páginas y de enlaces que te atrapa hasta altas horas de la madrugada, siguiendo el pensamiento en sarta en el que una idea lleva a otra por proximidad, no por causa y efecto. Una red que simula las conexiones neuronales de un cerebro a pleno rendimiento, que no descansa nunca por el calor y, quizá, por los insectos, que abundan tanto en estas noches tibias de verano.



(Universidad de Virginia)
Dibujo de Borges para Viejo hábito argentino








1 comentario:

  1. Me encanta este blog, que rezuma calidad literaria y pasión por los libros. Es una página que libaré cada vez que pueda, para mejorar mi propia miel ;-)

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