Y ese es el problema, que a veces decido no comprar una obra que me ha llamado la atención, y pasado el tiempo sucede algo que hace que me arrepienta de no haberlo llevado conmigo.
Como esta mañana. Cojo el periódico de ayer, quizá sea del viernes, no lo sé, y encuentro un artículo de Vila-Matas recomendándome sitios que visitar en mi próximo viaje a París. Y de repente leo un nombre: Danilo Kis. Y recuerdo de golpe que yo tenía un libro de este escritor húngaro, es más, visualizo la cubierta del libro que compré en una feria de ocasión, y me acerco a la estantería y allí está, amarillo de los años y del poco caso que le he hecho en todo este tiempo: Una tumba para Boris Davidovich.
Lo cojo con cuidado, miro la fecha en la que lo compré, hace ya más de una década. Y por casualidad dirijo mis ojos a la derecha, y allí, justo al lado, me esperaba un libro prestado por un amigo: un libro de Jacques Bonnet, fascinante, titulado Bibliotecas llenas de fantasmas, y sin pensarlo más abandono el primero y abro la cubierta del segundo, con cuidado, evitando que se marque el lomo porque parece recién salido de la imprenta.

Mientras tanto seguiré leyendo a Bonnet, disfrutando con esas curiosas formas de ordenar bibliotecas que comenta, por orden alfabético, por continentes, por la encuadernación....Y el caso es que yo he ordenado los libros por colores alguna vez...
Ya veis, un libro que no compré, algo de lo que luego me arrepentí.
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