Hoy me he despedido de esta ciudad, al menos por quince días. El sol ha salido, cómo no, en el último instante. Me acuerdo de todos los que estáis en España, sobre todo de los que están en la playa. Pero he visto el sol, sí, y el mar ya no es tan gris.
He aprovechado para acercarme a la playa de nuevo, a pasear por un centro comercial llamado Larcomar. Llama la atención porque está construido dentro de los acantilados. Así, al acercarse a nivel de calle, se ven las tiendas desde arriba, con el mar de fondo. Se sabe que está ahí por las chimeneas de cristal plomizo que resisten los embites del aire, altas como tubos de un órgano. Solo que el viento esta vez no recorre su interior.
Por eso, las terrazas de los cafés se descuelgan sobre el mar a gran altura, y hoy el agua era tan azul turquesa que era un espectáculo para contemplar.
La verdad es que estos días he paseado mucho por Miraflores, he visitado el centro, con el parque Kennedy y la Municipalidad. Pero lo que más me ha gustado es la costa, y ese mar.
Abajo, los surfistas parecían hormiguitas negras sobre la espuma blanca, y se me ha quitado esa idea de un mar gris. Porque lo he visto siempre gris, como el cielo, siempre cubierto por esa llovizna que llaman garúa. La gente no usa paraguas, llevan como mucho una capucha o se mojan brevemente con esa lluvia curiosa que no cala, ni empapa la ropa. Y era como si la humedad del aire se hubiera hecho una conmigo, y me convirtiera en alguien tan gris como ella, me mimetizara con la ciudad, y me hiciera ser tan gris como las aceras, todas de cemento.
Y solo recordara que el sol existe cuando miraba las casas pintadas de amarillo sucio. Porque el Miraflores antiguo se tizna con la polución del aire, y las casas nuevas resplandecen con materiales nuevos, edificios altos que van sustituyendo a esas casas bajas y coquetas que tantos escritores han descrito.
Me acordaré siempre de esta ciudad, por sus gentes, tan amables, y también de ese campo de golf enorme que desvía toda una calle rodeando su perímetro. En pleno centro.
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