Miranda de Douro |
Y he hablado de paseo, pero debería haber añadido que ha sido en barco, en un barco que permite contemplar los desfiladeros formados por el Duero de más de 200 metros de altitud, llenos de vida y de aves rapaces. Donde el silencio se pide y se necesita para escuchar a los pájaros que anidan en las riberas. Es una manera de disfrutar de este verano, de llenar la memoria de recuerdos a los que acudir en los meses de invierno, a veces tan tristes.
Desde la localidad portuguesa de Miranda de Douro, se puede embarcar en estos cruceros fluviales que recorren el embalse y nos acercan a la historia y la fauna del lugar.
Por cierto, el hombre siempre ha intentado dominar a la naturaleza creando presas que modifican los paisajes que se describen en la literatura. El que Unamuno describió en su primer viaje a los Arribes del Duero ha cambiado en algo:
"Baja el Duero por tierra de Zamora tendido en la planicie y espaciándose por ella, mas al ir a entrar en la provincia de Salamanca, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas [...] resquebrájase la tal meseta en hondos desgarrones, mostrando al descubierto sus peñascosas entrañas, pétreos cimientos de la austera llanura castellana."
Ahora las presas han formado lagos que han quitado altura a esos desfiladeros. Embalses en los que viven peces distintos, por los que los contrabandistas ya no podrán pasar su mercancía desde Portugal a España, o desde España a Portugal, porque los pasos naturales yacen sepultados bajo el agua. Y porque ya nadie quiere pasar azúcar o máquinas extranjeras por la frontera.
Sí, cómo ha cambiado la vida en cien años, aunque aún sigan vigentes las palabras de Unamuno:
"...allá en lo hondo, vive el Duero..."
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